Artículos de opinión
9 de agosto de 2023

¿Dinosaurios?: La educación hoy, y lo que el viento se llevó

Autor: Rodrigo Andrés Oñate Pabón

Escrito el 23 de abril del 2023

Cuando entré a la Universidad, recuerdo que el ser ‘primíparo’, además de significar el más bajo eslabón de la cadena alimenticia, era también una responsabilidad enorme. Una responsabilidad por aprender, por competir, por conseguir un grupo para almorzar, y definitivamente por lograr ser lo más
auténtico posible (algo que a mí me tomó casi toda la carrera siquiera empezar a entender).

Sin embargo, había algo en común con todas las personas (geniales y maravillosas), que compartieron mis primeros salones conmigo: Todos amábamos estar ahí. Sí, tampoco lo romantizaré para ustedes, definitivamente conocí personas que no habían escogido bien; la Universidad, la carrera, o incluso el camino; pero no la mayoría, de hecho, la mayoría estarán celebrando su “FIGRI Se Acabó” dentro de poco.

Esa emoción incalculable que viví, que vivimos, no fue lo mismo que encontré cuando, durante la pandemia, tuve la oportunidad de ser monitor. Eran personas de primer semestre, con muchas ideas, con ganas de dar más, pero tan restringidas por una cámara apagada y un micrófono silenciado; la virtualidad nos estaba cobrando.


Aún cuando regresamos a la presencialidad, era un secreto a voces que cada vez era más frecuente encontrar nuevas generaciones distantes de la emoción de la Universidad, e incluso de la carrera. Algunos monitores que eran demasiado dedicados con su labor, y buenos amigos míos, concordaron en que
era un ambiente distinto; como si hiciera falta algo, como si ya no fuera suficiente el hecho de ser primíparo, de ir a la Universidad, de estar estudiando una carrera, para emocionarse. Y ya no lo es, no es suficiente.


Tuve una experiencia este año en una institución académica, en la que me encontré conque el modelo virtual llegó para quedarse; de hecho, el 80% de las clases se dictan en aquella modalidad. Tuve la oportunidad de trabajar con estudiantes de primer semestre, y de noveno semestre. El contraste me impresionó, me pasó exactamente lo mismo que en el Externado, pero fue más evidente, personas de entre 16 y 17 años, llenas de emoción, pero no les impresionaba absolutamente nada de la Universidad ni de la vida universitaria.

¿Qué estaba viendo?¿Por qué pasaba esto?¿Por qué tú, que puedes estar en mi posición, o puedes estar en el primer semestre de tu carrera, sientes esto?

Tuve una conversación con un profesor externadista, a quien hoy admiro mucho por darme la paciencia que necesitaba, que me dijo que el modelo educativo estaba cambiando, y que necesitábamos adaptarnos a él. Me dijo que las nuevas generaciones tenían otros retos, otras propuestas, que tenían otras maneras de percibir el éxito. Tal vez, graduarse de una carrera ya no era tan atractivo, como sí lo era tener un emprendimiento y poder practicar el freelancing en Bali. Tal vez, ahora nos encontrábamos en un momento en el que el título era más un sueño de las madres y padres de nuestros estudiantes, que de
ellos mismos.

Hoy, a ese profesor, le creo rotundamente. Cualquier joven que entra hoy a la universidad no se siente privilegiado, sino que se ve en la maravillosa y profunda necesidad de retar a sus educadores. Ya no temen a profesores eméritos, o a monitores grandilocuentes, o a post doctorados en educación; ellos están aquí para retarnos, si eres de las nuevas generaciones estás aquí para retarnos.

Al principio, lo admito, fue frustrante, todos nos quejábamos, simplemente los antiguos métodos ya no eran suficiente. El interés no estaba dado por hecho, los nombres atractivos de las clases ya no eran una razón siquiera para matricularlas. Hicimos carreras más cortas, pensando en el futuro, pensando en un desarrollo del conocimiento elevado fuera de las cátedras interminables; en mi opinión no ha sido suficiente. Hicimos cambios en los currículos, y en los programas de cursos; no fueron suficientes.
Necesitamos más, más entender y menos hacer.

Contra muchos seguramente, estoy profundamente convencido de que la educación del ahora es excéntricamente liberal; las instituciones agobian a los nuevos reclutas del conocimiento, y su agotamiento frustra su creatividad para la academia. Morir en el intento no es una opción, adaptarnos es el mejor camino a una revolución del pensamiento. Nuestras y nuestros nuevos estudiantes están listos,
¿qué hay de nosotros?


¿Y tú?¿Cómo nos retarás?